El 26 de abril de 1986 tuvo lugar en Chernóbil (Ucrania) el accidente nuclear más grave de la historia. Se produjo una explosión en el reactor nº4 de la central nuclear de Chernóbil durante un ensayo rutinario de seguridad que causaría unas 30 víctimas directas justo después del accidente y varias décadas de fallecimientos causados por las secuelas radiactivas de la catástrofe.

Las autoridades soviéticas no informaron a los 50 mil habitantes de la ciudad en el momento del desastre, ni proporcionaron ayuda contra la radiación.
La nube radiactiva generada se propagó sobre Europa por acción del viento contaminando en mayor medida Bielorrusia, Polonia, Checoslovaquia y Ucrania. Es difícil de determinar las cifras exactas de todas las personas afectadas por las enfermedades derivadas del accidente. La mayoría de material radiactivo se encuentra hoy enterrado bajo el suelo.
La zona contaminada quedó aislada en un radio de 30 kilómetros y se sigue trabajando en la actualidad para eliminar los restos radiactivos.
Está prohibida la entrada en la zona exceptuando a los ex residentes, no obstante, existen alrededor de 100 personas que viven allí bajo su propia responsabilidad.

De los productos radiactivos liberados eran especialmente peligrosos el yodo-131 (cuyo período de semidesintegración es de 8,04 días) y el cesio-137 (con un período de semidesintegración de unos 30 años), de los cuales, aproximadamente la mitad, salieron de la cantidad contenida en el reactor nuclear. Además, se estimó que todo el gas Xenón fue expulsado al exterior del reactor. Estos productos se depositaron de forma desigual, dependiendo de su volatilidad y de las lluvias durante esos días.
Los más pesados se encontraron en un radio de 110 km, y de los más volátiles alcanzaron grandes distancias.

También se han invertido bastantes millones en combatir las consecuencias de este accidente ya que económicamente fue un desastre, una de las medidas tomadas fue que para impedir la filtración de nuevo material radioactivo del reactor al entorno, hace años comenzaron las obras de un arco-refugio que debe proteger el sarcófago, que está operativo desde noviembre de 2017, y cuyo coste ascendió a 2 mil millones de euros. Está pensado para una duración de 100 años.
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